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«A los cinco años, un mes de noviembre, me diagnosticaron diabetes y una semana después, enfermedad celiaca.»

Con el mes de noviembre llega el frío, el cambio horario, las primeras decoraciones navideñas y… el mes de la concienciación contra la diabetes: en noviembre el color azul toma fuerza y se realizan actividades para visibilizar la diabetes, y lo que ésta supone.

A los cinco años, un mes de noviembre, me diagnosticaron diabetes y una semana después enfermedad celiaca. Os podéis imaginar la que se lío en casa ante tantas novedades (y con las navidades llenas de comidas y dulces a la vuelta de la esquina).

Cuando convives con enfermedad celiaca hay que tener varias cosas en cuenta a la hora de cocinar, hacer la compra o salir a comer fuera de casa; pero, si a eso le añadimos la diabetes… esas cosas, se multiplican y son todavía más. Al igual que cuando hablamos de enfermedad celiaca nos vamos directos a pensar en evitar el gluten, cuando se trata de diabetes (en mi caso tipo 1) no basta con “evitar el azúcar” ya que implica muchas cosas más y los tres pilares principales a tener en cuenta para controlar la situación son: la dieta, la insulina y el ejercicio.

En el día a día, se trata de buscar la mejor rutina posible combinando todo, pero hay ocasiones, situaciones y momentos en los que esto no es tan fácil (y menos aún cuando hablamos de principiantes, niños o adolescentes) porque a veces otros factores externos también pueden influir en su control. Además, teniendo en cuenta que aprender a manejar todo lo relacionado con la insulina (glucómetro, sensores, agujas de control, etc.) requiere tiempo y entender su funcionamiento, es algo muy importante.

Por poneros un ejemplo de todo lo que esto implica, en mi caso, cuando viajo además de preparar el equipaje tengo que planificar una serie de cosas que en condiciones normales nadie se plantearía: calculo cuántos días estaré fuera, la cantidad de insulina que necesitaré, cómo la transportaré para que se mantenga fría, allí dónde la guardaré, si necesito ir a mi médico para que me haga un escrito y me dejen pasar la insulina y las agujas por el control del aeropuerto, cargo mi glucómetro habitual, me encargo de llevar uno de reserva y de llevar sensores de reserva, etc. Además de esto, siempre, antes de cualquier viaje, voy al supermercado y compro algunos productos sin gluten – porque nunca se sabe lo que puede pasar en un viaje – y siendo diabética siempre debo tener alguna cosa a mano. Entre los productos que suelo llevar además de fruta, o frutos secos, suelo llevar zumos, azucarillos y galletas sin gluten (para remontar las hipoglucemias). En mi caso al convivir con EC y DM tengo que llevar pan y algunos hidratos de carbono para poder hacerme un sándwich o tener algo que comer en caso de no encontrar ningún establecimiento en el que ofrezcan alguna opción segura sin gluten. Como diabética el no poder encontrar un sitio dónde comer bien para mi es de las mayores preocupaciones a la hora de “improvisar” planes ya que al viajar siempre se camina y se gasta mucho y para mantener unos niveles de glucosa óptimos necesito hidratos de carbono e insulina.

A parte de esto, vivir con ambas patologías, en el día a día, es bastante “sencillo” una vez que aprendes sobre cada una de ellas. Conocerlas forma parte de conocerte a ti mismo y a tu cuerpo y eso te permite convivir con lo que implican y te acostumbras, a leer etiquetas, encontrar espigas barradas, controlar la glucemia, o remontar una hipoglucemia.

Aunque como todo, es verdad que hay días en los que una se cansa de necesitar tener tantas cosas bajo control (sobre todo durante los primeros años de aprendizaje o durante épocas de estrés). Pero por otro lado, al igual que gracias a la celiaquía he conocido gente maravillosa y he vivido experiencias extraordinarias, con la diabetes también he aprendido mucho y me ha ayudado a desarrollar ciertas cualidades y a hacer amistades muy valiosas y visitar países muy diferentes a través de experiencias muy enriquecedoras.

Cuando le cuento a la gente del trabajo o compañeros de clase mi situación al principio se asustan, me comentan “vaya putada”, “qué triste”, “qué mala suerte” o “menuda lotería”; a lo que yo les suelo responder que se puede lidiar con ambas bastante bien y que no soy la única, ya que alrededor del 10% de las personas que tienen diabetes tipo 1 también tienen enfermedad celiaca. De esta manera, mantenemos una conversación en la que yo explico cada cosa, ellos aprenden y se conciencian sobre ambas enfermedades autoinmunes.

 

Ana Prats – Vocal de Facejoven 

 

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