En el cuerpo humano, el tracto gastrointestinal constituye una de las mayores superficies de exposición al ambiente exterior. El epitelio, es decir, las paredes del intestino, actúan como una barrera semipermeable, permitiendo la absorción de nutrientes, minerales y agua, al mismo tiempo que mantiene una defensa efectiva contra toxinas, patógenos y la flora intestinal.
Por ello, esta barrera selectiva es esencial para la salud humana y el aumento en la permeabilidad intestinal se asocia con varias enfermedades intestinales, entre ellas la enfermedad celiaca.
El epitelio consiste en una hilera de células unidas físicamente entre sí mediante unos complejos proteicos llamados uniones estrechas. Estos complejos son proteínas de membrana que se unen a la proteína de la célula adyacente y así, igual que las redes de plástico que unen las latas de refrescos, forman una especie de cinturón que rodea todo el perímetro celular y sellan el espacio intercelular. Gracias a las uniones estrechas, es posible controlar la permeabilidad del intestino, evitando que las partículas se cuelen entre las células.
En la enfermedad celiaca, la interacción de la gliadina (el componente tóxico del gluten) con el epitelio intestinal desencadena la completa destrucción de las uniones estrechas. Esto conlleva la ruptura de la barrera intestinal, creando un flujo descontrolado entre las células por el cual los péptidos de gliadina se adentran y son reconocidos por el sistema inmune, creando una reacción inflamatoria. Por lo tanto, este proceso facilita la desmesurada respuesta inmune que sucede en la celiaquía, dañando las vellosidades que recubren el intestino delgado y dificultando la absorción de los nutrientes.
Aunque en un principio se pensaba que el aumento en la permeabilidad intestinal observado en los pacientes celiacos era una consecuencia de la respuesta inflamatoria al gluten, estudios científicos sugieren que los pacientes podrían mostrar una permeabilidad intestinal aumentada incluso antes del desarrollo de la enfermedad. Además, se ha observado que la permeabilidad intestinal puede estar afectada incluso en algunos familiares asintomáticos de los pacientes. Todo ello nos lleva a pensar que la causa del mal funcionamiento de las uniones estrechas puede ser de origen genético y que los celiacos pueden estar genéticamente predispuestos a mostrar una permeabilidad intestinal aumentada.
Por ello, en nuestro laboratorio hemos estudiado los genes implicados en las uniones estrechas. Son genes que se ocupan de la producción de las proteínas que participan en estas estructuras y hemos visto que la expresión de muchos de los genes estudiados está alterada en los pacientes. La mayoría de las alteraciones son consecuencia de la ingesta del gluten, ya que se revierten una vez los pacientes están en tratamiento con una dieta sin gluten. Sin embargo, hemos hallado cuatro genes (INADL, MAGI2, PPP2R3A y TJP1) que mantienen una expresión reducida incluso cuando el intestino de los pacientes se ha recuperado completamente de la reacción inflamatoria producida por el gluten. ¿Puede ser que los pacientes tengan estos genes alterados desde antes del inicio de la enfermedad y que por ello aumente su predisposición a ser celiacos?
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Este texto es un extracto del artículo escrito por Amaia Jauregi-Miguel y Ainara Castellanos-Rubio, del Lab. Immunogenética, UPV-EHU para la Revista MAZORCA Nº48. El texto completo puede encontrarse en la revista.